Si fuéramos palabras
Iríamos libremente
De una línea a la otra
Libres a toda hora
Mañana, mediodía
Tarde, noche
A pie pelado, libre
Corriendo por la página
Qué alegría de niño
Correr por la tersura
De la página en blanco
Besando nuestros pies
Aún sin bautizo
Navegar ese mar
Sin vientos y sin olas
Simplemente ser niños
Andando por la página
Gozando como niños
Su entera libertad
En esa pampa abierta
Llena flores y de pájaros.
Dr. Carlos Trujillo
Professor Emeritus of Spanish and Latin American Studies
Department of Romance Languages
Villanova University

Yo he repartido papeletas clandestinas, /gritando :¡VIVA LALIBERTAD!/ en plena calle desafiando a los guardias armados...” dice el comienzo de uno de sus famosos epigramas, publicados como libro en 1961, en plena dictadura somocista, y que yo llegaría a leer recién en 1973. Los versos siguientes, y finales del poema dicen así: ‘Yo participé en la rebelión de abril:/ pero palidezco cuando paso por tu casa/ y tu sola mirada me hace temblar.”
Aún leídos doce años después de su publicación, e incluso, leídos hoy día, casi seis décadas después, producen un fuerte remezón (o mejor dicho, una nueva emoción) en cualquier lector que cree que en la poesía de amor lo único que puede escribirse y encontrarse son los clichés de siempre, repeticiones de motivos y de palabras tiernas, sueños, maravillas e idealizaciones sin fin.
El nicaragüense Ernesto Cardenal, de la mano de otros poetas anteriores y muy anteriores como los latinos Cayo Valerio Catulo y Marco Valerio Marcial,ambos del siglo I, antes de Cristo, nos enfrenta en Epigramas a unaforma poética que primordialmente exige brevedad y argucia, que como define la RAE, quiere decir: “Sutileza, sofisma, argumento falso presentado con agudeza.” De acuerdo a esta premisa, podemos ver cómo los cuatro primeros versos muestran un yo lírico que defiende con fuerza su lucha contra la dictadura somocista, haciendo que el poema parezca nada más que un grito de guerra y rebelión contra el dictador. Pero al llegar al quinto verso, observamos que el tono cambia radicalmente, al expresar un sentimiento poderoso que se vuelve incluso mayor que su odio a la dictadura: El sentimiento de amor por una muchacha cuya sola cercanía lo hace palidecer y temblar.
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El verdor de la vegetación, el cielo azul sobre las lejanas montañas de la Cordillera de Nahuelbuta y el suave rumor del río cercano…me envuelven en medio del silencio matinal. Estoy en uno de los asientos de la plaza de Santa Juana. Es Domingo al amanecer. El aire diáfano y quieto, besa apenas las tiernas hojas de los tilos –es un día de fines del verano- …y la fresca brisa matinal me trae el tenue rumor del río y el trino lejano de los zorzales que anuncian el amanecer con sus gorjeos. Mucho más allá del relámpago del río, por el Oriente, el sol empieza a dar sus primeras claridades tras las montañas. En ese silencio, siento unos pasos presurosos y allá en una esquina de la plaza veo a una mujer que va camino a la iglesia a la primera misa del día. Por allá canta un gallo, apenas audible, tras el caserío. De pronto un lento traqueteo avanza cadenciosamente hacia la plaza y luego aparece en una de las esquinas la imagen de un campesino que precede a los bueyes y a la carreta de ruidosas ruedas de madera.
Laguna Rayenantu junto al Fuerte de Santa Juana. Botes para paseo de los enamorados.
El hombre se detiene y con él todo su conjunto de elementos campestres y atisba desde esa esquina todos los rincones de la desierta plaza como buscando un lugar adecuado donde detenerse definitivamente. Viene al pueblo a vender los productos del campo: un barril enorme, recostado entre las varas del armatoste, identifica al vendedor de chicha dulce. Bajo un sombrero negro, algo ajado, un rostro delgado y aguileño se asoma por una esquina y escudriña una vez más –indeciso- los rincones de la plaza. Lejos ladra un perro y su ladrido salta sobre las casas y los cercos de madera del pueblo, juguetea un poco con el follaje de los árboles y entra por mi oído derecho sin permiso alguno. Un murmullo suave de pasos presurosos y gente que habla bajito, se acerca al paraje…son algunos fieles con destino a la iglesia. Los primeros sonidos del día comienzan a despertar al pueblo.
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