"El siguiente texto fue revisado y corregido por el
Dr. Carlos Trujillo, aporte que agradecemos".

Oscar Peralta Aburto, más conocido como “Tole Peralta”, pintor, paisajista y retratista de la Generación del 40, fue brillante profesor universitario de la cátedra de Estética e Historia del Arte en la Universidad de Concepción y Director de la Sociedad de Arte de Concepción a partir de 1954, pero una de sus máximas obras lo constituye la Pinacoteca de la Universidad de Concepción que conserva la mayor colección existente sobre la Pintura Chilena en el mundo y es una de las máximas riquezas patrimoniales de la Universidad, aporte de Tole Peralta que siempre agradecerá tanto la Universidad como la ciudad de Concepción.
Tole Peralta nació en en Santiago el 1920, era hijo de dos médicos: el Dr. Oscar Peralta Cepeda y la Dra. Cristina Aburto Pepin. Estudió en Santiago en el Instituto Nacional Barros Arana. Al término de sus estudios secundarios ingresó a la carrera de Medicina en la Universidad de Chile, la cual abandonó para estudiar Arquitectura, llamado en ese tiempo por su sensibilidad por el arte. Posteriormente abandonó Arquitectura para estudiar Derecho y finalmente descubrió en la pintura el verdadero camino vocacional de su quehacer en la vida, por lo que ingresó a la Facultad de Arte de la Universidad de Chile actividad que desarrolló durante toda su existencia. Después de cumplir con los estudios protocolares viajó a Inglaterra donde desarrolló estudios con el Profesor Duguid en Londres y visitó los principales museos de Arte de Europa entre 1945 y 1954, impregnándose del espíritu artístico acumulado en Europa a través de siglos.
En 1954 regresó a Chile y se radicó en Concepción ciudad donde desarrolló todo su potencial profesional bajo el alero de la Universidad de Concepción contando con el apoyo del Dr. David Stitchkin, Rector de la Universidad de Concepción en ese tiempo.
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La noche anterior al día en que conocí a Tole Peralta -aunque en realidad fue la primera vez que lo vi o estuve cerca de él-, había yo dormido malamente en la escalera de un segundo piso de un edificio vetusto situado en calle Pelantaro, en Concepción. Extraña manera de dormir, sentado en una escalera. Puede parecer increíble, pero fue verdad. Pasé la noche en ese lugar, o más bien intenté dormir abrazado, no a una hermosa jovencita sino a mi mochila; mi vieja mochila, noble, resistente, sucia, llena de porquerías en su interior, pero fiel compañera de excursiones y derroteros inimaginables.
En efecto, había llegado la noche anterior a la ciudad. Una ciudad que yo no conocía, y como tal no sabía qué rumbo tomar. Desorientado, ya en el centro de la plaza, pregunté por la ubicación aproximada de la Universidad de Concepción, y alguien me indicó vagamente que siguiera por la calle Barros Arana hasta casi llegar al final. No entendí bien la indicación, de modo que, tan desorientado como al principio y con un hambre descomunal por no haber comido nada en todo el día, terminé tropezando con la calle Pelantaro, y allí vi unos edificios que me parecieron más seguros, al menos que la oscura calle. Siempre se me había advertido que en las calles de las grandes ciudades hay asaltantes, malandrines, cogoteros, ladrones, prostitutas y todo ese lastre más amenazador de la sociedad. Tenía temor, pues el día estaba casi por terminar y aunque era finales del verano, la noche estaba ya tendiendo su manto sobre la ciudad. Eran cerca de las once de la noche.
Decididamente, ingresé a uno de esos edificios, subí por la escalera hasta el segundo piso y quise quedarme ahí, quietecito, sin molestar a nadie, abrazado de mi querida mochila. La situación era inquietante porque tenía sobre mí el permanente temor de ser sacado a patadas de allí por vagancia, ya sea por parte de alguno de los airados vecinos (orangutanes o rinocerontes de los que siempre hay algún ejemplar en todos los barrios) o por la policía que podría haber sido alertada por alguno de los vecinos:
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Niños chilotes
Ese día dispuse de un cierto tiempo libre cerca del mediodía y decidí acudir a la Pinacoteca de la Universidad de Concepción a ver una Exposición de Muñóz, el pintor superrealista nacido en Concepción, que estaba presentando en una sala de la Casa del Arte, frente a la Plaza Perú.
Cuando llegué a la sala, no había público, salvo un joven universitario que se encontraba sentado en el suelo con la espalda apoyada en la muralla. Al parecer tomaba apuntes en una libreta. Tenía su mochila al lado y algunos cuadernos y libros en el suelo.
Al llegar a la sala, el joven me sonrió y levantó la mano a modo de saludo. Yo respondí el saludo con un:
-- ¡Hola joven! ¡¿Qué tal ¿!...¿Le agrada la pintura?
---Estoy fascinado Señor. Me respondió.
Curiosamente, el joven estaba sentado justo frente a un enorme cuadro en el que se reproducía parte de un palafito en Castro, Chiloé, mirado desde la orilla del mar hacia el pueblo. Me impresionó vivamente también esa pintura porque yo soy chilote y nacido en Castro…pero esa pintura me trajo –como de un puñetazo- el recuerdo de un inolvidable episodio ocurrido durante mi infancia temprana en ese mismo lugar que representaba el cuadro del pintor Muñóz.
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