Rodolfo Dada, el autor de este hermoso cuento, nació en San José de Costa Rica el 5 de marzo de 1952, es miembro de la Asociación de Autores de obras Literarias, Artísticas y Científicas de Costa Rica y ha tenido la gentileza de autorizarnos a publicar en nuestra página este hermoso cuento "El Bote de Alejandro", gentileza que nos enorgullece y agradecemos sinceramente.
Medardo Urbina Burgos
Director Editorial OKELDAN

De: Rodolfo Dada <Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.>
Date: lun, 11 sept 2023 a las 23:28
Subject: RE: EL BOTE DE ALEJANDRO
To: Medardo Urbina Burgos <Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.>
Hola Medardo. Un gran gusto saber de usted. Disculpe si no le contesté para dar mi autorización a la publicación de mi cuento. Le agradezco los comentarios sobre el mismo. Por supuesto que puede usted publicarlo en su editorial, o en el medio que considere conveniente. Mas bien le agradezco mucho su interés por sacarlo a la luz. Si le pido disculpas por no haber contestado su solicitud anterior. Aunque hago esfuerzos por leer de vez en cuando el correo, a veces se me pasan semanas sin abrirlo. Le confieso no tener presente su solicitud anterior que hubiera contestado afirmativamente.
muy agradecido con usted le envìo un abrazo fraternal.
De: Medardo Urbina Burgos <Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.>
Enviado: domingo, 10 de septiembre de 2023 22:57
Para: Rodolfo Dada <Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.>
Asunto: EL BOTE DE ALEJANDRO
Muy estimado amigo y colega escritor Don Rodolfo Dada:
He demorado algunos años en re escribir esta carta, porque las primeras ya seguramente están olvidadas en el libro de la memoria senescente ( mía), pero cada vez que lo leo, me viene la emoción al corazón y me revientan en los sentidos las historias, las vivencias de ese hombre solo, simple y analfabeto , de ese Alejandro, con sus niños, con el bote de ceiba, los monos que aúllan en las copas de los árboles de la selva, junto al río, a la escuela del profesor solitario que esperaba a los niños y al amor de Alejandro por esos escolares que lo esperaban con sus ropas limpias y planchadas, y con sus libros, y cuadernos y lápices, con la alegría y la inocencia, más el deseo fascinante de aprender a leer y descubrir los mundos maravillosos que hay en los libros.
Quise publicar ese hermoso cuento en nuestra página de mi editorial ( Editorial OKELDAN www.editorialokeldan.cl ), pero mi solicitud o sugerencia no tuvo eco. Pero ahora tengo la esperanza de tener ese eco positivo de parte de su autor. Rodolfo, sería para nosotros un gran honor y una enorme alegría si tuviéramos la autorización para publicar su hermoso cuento o relato en nuestra página web ¿podríamos atesorar esa esperanza? como aquella que aún persistía en una parte de la ceiba que quedaba arrumbada en alguna orilla del río, abandonada y triste, sin los niños y sin Alejandro, cuyo enorme corazón -a estas alturas- ya habría dejado de latir...sin perder la esperanza de volver a ver a sus niños hasta el último suspiro de su vida.
Con un abrazo a la distancia y mi esperanza viva en ese hermoso cuento.
Su amigo
Medardo Urbina Burgos
Director Editorial OKELDAN
www.editorialokeldan.cl
Para Alejandro Peters, in memoriam.
El bote de Alejandro es un enredo de niños y tucanes. Lo veo ir y venir con el sonido ronco de su viejo motor, casi desde que tengo memoria y siempre quise viajar, con mis cuadernos a la escuela, como todos los niños del Tortuguero.
Recuerdo el bote pasar frente al rancho de hamacas, donde yo jugaba haciendo túneles y caminos en la tierra. Pasaba temprano en la mañana y veía a los niños de la ribera con sus uniformes limpios y planchados.
Alejandro no pudo aprender a escribir porque en el tiempo de su infancia no había escuela aquí, ni a muchos kilómetros de distancia. Y los huracanes y el mal tiempo alejaban a esta tierra del resto del mundo.
Sus padres vinieron a esta selva de nadie, que era el Tortuguero, desde la Mosquitia en Nicaragua. Y se habían quedado aquí, en medio de esta soledad. Alejandro recordaba los ojos tristes de su padre cuando le llevó un papel impreso que no entendía.
–Papá, quiero aprender a leer- le dijo.
Pero en el Tortuguero de esos tiempos solo había la selva, la lluvia, el río, los peces del río, las palmeras de coco, las iguanas, las tortugas y la carne de los animales del monte.