Texto escrito y leído por el Director de la Editorial Okeldan, Dr. Medardo Urbina Burgos.
Lectura preliminar en la Presentación del libro “Fragmentos de la cotidianeidad de los chilotes. Castro 1940-1949” del Dr. en Historia Profesor Rodolfo Urbina Burgos, académico de la Universidad Católica de Valparaíso, ceremonia efectuada en la Biblioteca Municipal de Castro en Febrero de 2012, como parte de la celebración del aniversario de la ciudad.
Es invierno y ha escarchado durante la noche. El niño se levantó hoy muy temprano y ha desayunado unos milcaos con leche caliente ( a veces prefiere un “ulpo” de harina tostada con linaza). Sale a la calle San Martín, porque vive en el pequeño pueblo de Castro, de sólo 4.500 habitantes, y se dirige a la escuela de los Padres Alemanes donde estudia. Va pisando el barro escarchado de la calle. Gusta sentir y escuchar el crepitar del hielo bajo sus pies. Es el año 1944 y en el pueblo no hay luz eléctrica ni pavimento, sólo barro y casas de madera aisladas una por aquí y otra por allá. Los patios son amplios y cubiertos de pastos o arboledas. Hay un callejón que conduce a la escuelita de los padres alemanes, callejón que se inicia entre las casas de Don Olegario Pérez y el pequeño negocito de Don Custodio Trujillo. Los niños de diversas edades confluyen a esa entrada ya sea solos o llevados de la mano por sus mayores. Algunos que vienen desde las afueras del pueblo llevan en sus manos una “pulcura”, piedra calentada en el brasero, que pasa de mano en mano para “hacerle la contra al frío” de la mañana.
Lo reciben uno o dos padres alemanes. Se saludan al persignarse con el Signo de la Santa Cruz. Ellos son amables y a la vez estrictos. Los guían amorosamente, les exigen que estudien día a día y los conducen hacia el bien comunitario. Los padres alemanes han llegado a Castro hace sólo algunos años y han levantado su escuelita de madera y la capilla, solos o con la ayuda de los vecinos. Los niños son humildes y tranquilos, se ayudan entre sí. Predomina en ellos la timidez y suelen ser silenciosos y respetuosos de sus mayores y de los religiosos. Estos han venido desde Colombia, llamados por el Obispo de Ancud para atender a los niños chilotes y guiarlos por los caminos de la Fé. Son alemanes pero hablan español con fluidez.