Sin duda que lo son… ¡y muy hermosas!.
Alguien me ha enviado un mensaje que habla de “que si piensas que vas a perder, ya has perdido” (Barnard) y hay en él varias ideas que sugieren que el triunfo lo logra sólo el que cree que puede y tiene una actitud proclive frente a la vida. Todo eso está muy bien. Y esos pensamientos sublimes van sobre un fondo de hermosas ballenas, de lomo negro, y de redondeadas figuras blancas en el área ventral, luciendo una estilizada aleta dorsal que las asemeja a un tiburón. Las ballenas de las fotos son orcas. Sin duda alguna, y son muy hermosas pero también son uno de los más feroces, carniceros y espeluznantes predadores del mar. Les llaman las “ballenas asesinas”. En una de las fotografías mostradas, aparece en primer plano, un grupo de popos (crías de lobos marinos) en una playa, y a pocos metros, revolviendo el mar, una enorme orca cerca de ellos. Los lobitos huyen playa arriba, despavoridos, pues esa hermosa ballena del fondo, se los quiere engullir, y casi lo ha logrado. Esas imágenes me recuerdan el relato que un día me hizo un joven capitán de buque pesquero, que intentaré relatar recordando sus propias palabras:
“El buque estaba en alta mar, y recogíamos las redes cargadas de peces. El lance había sido muy bueno. Los huinches chirreaban por la presión de tracción y los peces habían comenzado a caer a las bodegas del barco. Tras nuestro buque, había una manada de lobos marinos de unos 10 ejemplares aproximadamente, que siempre seguía al barco en sus derroteros, a la espera de recoger algunos peces malheridos, o que se desprendieran de las redes. Había también una bandada de gaviotas que suele seguir a los barcos con el fin de engullir alguna de las sobras flotantes sobre la superficie del agua. El día estaba maravillosamente soleado y el Océano Pacífico, era una clara confirmación de su nombre. Las olas eran suaves ondas que al mediodía, hacían la escena apacible y luminosa”.
“El Puente de Mando estaba atento a las maniobras de máquinas, que traccionaban la pesada carga con lentitud y constancia. De pronto se escucharon unos aullidos espeluznantes, semejantes a gritos intensos proferidos por algún animal. Semejaban a gritos de personas, pero procedían de los flancos del barco. Pensamos que alguien habría caído por la borda en medio de la maniobra, o que alguien habría sido cogido por los huinches. Todos corrimos a la borda del barco. Sólo entonces nos dimos cuenta que los gritos procedían de la manada de lobos que - en una actitud desesperada- nadaba ahora pegada al casco del barco, aullando lastimeramente, como pidiendo auxilio. Sus enormes ojos desorbitados nos miraban suplicantes como si estuvieran llorando. ¿ Qué había pasado?.”
“Ellos habían detectado una manada de orcas, que en número de seis, se acercaba al barco a gran velocidad, mostrando sus aletas dorsales sobre los lomos redondeados, negros y relucientes al sol del mediodía. Las orcas venían bufando, y el ruido de sus resoplidos, llenaba el ambiente de enorme expectación. Sus cuerpos hidrodinámicos, y enormes, parecían deslizarse sobre una capa de aceite, y el agua que desplazaban estaba aureolada por una suave olaya espumante. Pronto el grupo de orcas, alcanzó al barco, y se dirigió decididamente al grupo de lobos aterrorizados, que aullaban suplicantes junto al flanco de estribor de nuestra embarcación. Veíamos sus ojos llorando, y escuchábamos sus llantos lastimeros, pero nada podíamos hacer nosotros, - los hombres- frente a esta situación inesperada y desconocida en la naturaleza. En el Puente de Mando nadie hablaba. Todos habíamos perdido la voz y sólo mirábamos el espectáculo con los ojos desorbitados”.
“Primero pasaron los machos a gran velocidad, tocando con sus trompas, y aletas laterales al grupo de lobos, con el claro intento de desplazar a alguno de ellos del borde del barco. Unos se zambullían y aparecían debajo de los lobos, otros revolvían las aguas de las inmediaciones dando coletazos y tiñendo las aguas de espuma, y en ese tremendo barullo, uno de los lobos quedó rezagado. Entonces vimos sorprendidos cómo una enorme orca hembra se desprendió del agua y voló por los aires, pasó sobre el lobo aislado, y dió sobre él un feroz coletazo, que hizo saltar agua hasta sobre el Puente de Mando de nuestro buque. El lobo golpeado quedó así aturdido, flotando unos segundos sobre la superficie alborotada del mar, pero casi instantáneamente los machos, que estaban atentos a la maniobra de la hembra enorme, saltaron sobre el pobre lobo y lo despedazaron con sus fauces, dando sacudidas feroces que hicieron saltar la cabeza del pobre animal hasta una de las paredes del Puente de Mando, dejando una extensa mancha de sangre sobre la blanca pintura del Puente. La cabeza del lobo cayó y rodó sobre la cubierta. El resto del cuerpo del animal fue devorado en segundos por los restantes miembros de la manada.”
“Alguien detuvo el accionar del huinche y el agudo chirrido de los aceros tensos, enmudeció ante la escena. El episodio no terminó allí. Los machos continuaron su acoso al grupo de lobos que lloraba aterrorizado, sacudiendo las aguas en torno a ellos y dando aletazos y trompadas al grupo, hasta lograr aislar a otro animal. Vimos surgir -de no se sabe dónde- a la misma o bien a otra enorme hembra, que estaba expectante, que voló como la anterior, sobre el animal rezagado, propinando un enorme coletazo sobre él y dejándolo exánime sobre las aguas. Los machos volvieron al ataque de inmediato y levantándolo en vilo, lo destrozaron en unos segundos. Los fragmentos del animal así devorado, saltaron en todas direcciones, cayendo una lluvia de sangre, patas, pelos, piel ensangrentada sobre las paredes de nuestra cabina, salpicada por el feroz azote que la orca hizo al cuerpo del lobo marino”.
“La función continuó hasta que uno a uno, los lobos fueron destrozados por las orcas en un lapso no mayor a 15 minutos, y así los aullidos lastimeros de los lobos, fueron seguidos de un silencio estremecedor. Nadie habló durante varios minutos, sólo observamos en silencio el terrible espectáculo, mientras las orcas emprendían la retirada en compacto grupo, dejando el mar teñido de sangre y de silencio, tan sólo roto por el graznido de las gaviotas sobre los rostros desencajados de la tripulación.
Pasaron largos minutos de estupor, hasta que alguien dio la orden de continuar la faena.”
(Reproducción del relato verídico del Capitán Pedro Yutronic Peric.)